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Origen de la palabra flamenco

La música en España

(comp.) Justo Fernández López

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Origen del término “flamenco”

Teorías sobre el origen de las denominaciones

“flamenco” y “cante jondo”

cante. (De canto1).

1. m. Acción y efecto de cantar cualquier canto popular andaluz o próximo.

2. m. Cualquier género de canto de estas características.

3. m. Acción y efecto de cantar (tener señales evidentes de algo).

cante flamenco.

1. m. El andaluz agitanado.

cante hondo, o cante jondo.

1. m. El más genuino andaluz, de profundo sentimiento.

flamenco, ca. (Del neerl. flaming).

1. adj. Natural de Flandes. U. t. c. s.

2. adj. Perteneciente o relativo a esta región histórica de Europa.

3. adj. Se dice de ciertas manifestaciones socioculturales asociadas generalmente al pueblo gitano, con especial arraigo en Andalucía. Cante, aire flamenco.

4. adj. coloq. Chulo, insolente. U. t. c. s. Ponerse flamenco.

5. adj. coloq. Dicho de una persona, especialmente de una mujer: De buenas carnes, cutis terso y bien coloreado. U. t. c. s.

6. adj. P. Rico. Delgado, flaco.

7. m. Idioma flamenco.

8. m. Cante y baile flamenco.

9. m. Ave de pico, cuello y patas muy largos, plumaje blanco en cuello, pecho y abdomen, y rojo intenso en cabeza, cola, dorso de las alas, pies y parte superior del pico.

Hipótesis sobre el origen de la palabra "flamenco"

«La pareja gramatical “cante” y “flamenco” constituye un solo término lógico, porque hace referencia a la misma realidad. Ahora bien, si se les disocia, cada cual es por sí mismo lo suficientemente expresivo como para tener solo plena significación. Lo mismo da decir “cante flamenco” que “cante”, pues “cante”, así, a palo seco, se opone claramente a “canto” y a “canción”; delimita de modo inconfundible aquello mismo que antes designamos como “cante flamenco”.

Igual ocurre con el término adjetivo “flamenco”. Separado de “cante” designa el mismo fenómeno. Por eso se oyen locuciones populares de este tipo: Voy a escuchar flamenco; no me gusta el flamenco. Por “flamenco” (como por “cante”) todo el mundo entiende la misma cosa, sin que exista riesgo de equívocos.

No ocurre igual con el adjetivo “jondo” ni con “grande” y “chico”. Tales denominaciones complican las cosas más que las aclaran. Además, nunca adquirieron la difusión popular de “flamenco”, siendo utilizados arbitrariamente de tal forma que rebasando su función designativa entrañan siempre un juicio de valor. Así, son muchos los que llaman “jondos” a ciertos cantes que estiman superiores. [...] Parecido es el caso de cantes “grandes” y “chicos”.

Flamenco abarca, en principio, a todas las modalidades conocidas del cante sin involucrar valoraciones ni estatuir jerarquías.

Jondo lo derivan unos de “hondo” y otros de un vocablo hebrero que fonéticamente (jontoh) se le parece y que se traduce por “día festivo”. La primera hipótesis es la verdadera; la segunda, arbitraria y, en el mejor de los casos, muy dudosa. [...]

La denominación de “flamenco” queda, pues, como única aceptable con todos sus inconvenientes.

Mucha aceptación tuvo la hipótesis del origen arábigo defendida por más de un estudioso. La teoría titubea entre varios posibles entronques etimológicos, pues se ha supuesto que flamenco deriva de los siguientes vocablos árabes: felag-mengu (campesino tránsfuga), felaikum o felahmen ikum (labriego) y felagenkum o flahencou (cantos moros de las Alpujarras).

Pero la palabra “flamenco” cuando se pone en circulación es a partir del XVI y durante esa centuria y la siguiente se limitó a designar a los habitantes de los Países Bajos o a los soldados españoles de los Tercios de Flandes. No tenemos un solo caso en que se use en los siglos XVI, XVII y XVIII referida a los gitanos o al folklore. Por lo tanto, si en sentido parecido al actual el término no aparece antes de 1836, resulta bastante improbable que se trate de una derivación del árabe a los 350 años de la reconquista de Granada. Hay que buscar por otro camino:

La teoría del profesor M. García Matos nos parece la más acertada y a ella nos adherimos por ahora. Según Matos, “flamenco” procede del argot de fin del XVIII y principios del XIX, en el que significaba “farruco”, “pretencioso”, “fanfarrón”. Todavía tiene esa pluralidad de significaciones. Cuando decimos, por ejemplo, “no te pongas flamenco” es como si dijéramos “no seas fanfarrón”. Decir de alguien que es un “tío flamenco” vale tanto como decir que es un tipo generoso, farruco y “echao p’alante”.

¿Qué significa flamenco?

Desde que apareció la palabra en el folkore andaluz hacia 1836 significa “gitano”. ¿Por qué se les daba este nombre? Antes se les había llamado grecos, egipcianos, romaní, rom, dom, calorrí, calés, etc. ¿Por qué cambian de nombre y se califican a sí mismos de “flamencos”? ¿Por qué el término “flamenco” se aplicó inicialmente no a todos los gitanos españoles, sino exclusivamente a los andaluces? Creemos que existe la respuesta a estos problemas.

Hasta el reinado de Carlos III no gozaron los gitanos de una situación de igualdad jurídica con el resto de los españoles. Los delitos, casi siempre menores, a que en parte impelían las leyes persecutorias, habían originado leyendas tan absurdas como las tejidas en torno a los judíos. En consecuencia, y a raíz de la libertad que les concedieron las leyes humanitarias de Carlos III, el nombre de “gitano”, muy desprestigiado, era poco más o menos denigrante. Por esa causa debieron de adoptar el de “flamenco”. [...]

La significación de “flamenco” ha variado, pues, en el transcurso del siglo XIX: En su sentido argótico inicial significó persona arrogante y fanfarrona; luego, designó a los gitanos andaluces; más tarde, al cante puro gitano (soleares, seguiriyas, tonás, tangos, corridas o romances, alboreás, etc.) y a la postre, también el cante híbrido, resultante de la matización e impregnación de gitanería que experimentaron las canciones andaluzas (malagueñas, fandangos, sevillanas, alegrías, mineras, temporeras, tarantas, granaínas, cantes de trilla, nanas, etcétera ...) y a la inversa.» [Molina, Ricardo / Mairena, Antonio: Mundo y formas del cante flamenco. Granada-Sevilla: Librería Al-Andalus, 1971, pp. 16-21]

Según Blas Infante (Orígenes de lo flamenco y secreto del cante jondo, Sevilla, 1980, citado por Manuel Barrios: Gitanos, moriscos y cante flamenco. Sevilla, 1989, pp. 44-45):

La Música andaluza, lírica y coral, del Medioevo, se nos ofrece con iguales caracteres en los siglos XV y XVI, perdiéndose la pista de ella en este último siglo, hasta que vuelve a aparecer viva a finales del XVIII, afectada por una extraña técnica y en poder de los gitanos.

Hemos, pues, llegado a reducir el ámbito cronológico dentro del cual habremos de buscar el nacimiento o la producción del Fenómeno Flamenco. Este ámbito se concreta a un periodo de, aproximadamente, dos siglos: desde el segundo cuarto del siglo XVI hasta el último cuarto del XVIII.

¿Qué ha ocurrido en este periodo andaluz para que una música polifónica, coral y lírica reaparezca, tras un paréntesis de silencio, con unos caracteres absolutamente distintos: solitaria, individualista y dramática? Ha ocurrido nada menos que la persecución y expulsión de los moriscos. A partir del siglo XVI los mudéjares se vieron obligados a convertirse al cristianismo, surgiendo así la clase social de los moriscos. Los moriscos libres, procedentes de Granada, hablaban el castellano y vivían mezclados con los cristianos sin signos exteriores que los distinguieran de éstos. Tras la orden de expulsión en el 1609, muchos se fueron a África, pero volvieron e intentaron mezclarse con los grupos gitanos para "legalizar" su situación. Otros se refugiaron en las montañas de Andalucía. Los moriscos eran especialista en el cultivo del campo. Ahora se les llamaría "flamencos" o labradores huidos (del árabe felah-mengu, que significa 'labrador fugitivo').

Pero estos moriscos, estos andaluces fieramente perseguidos, refugiados en las cuevas, lanzados de su sociedad español, encuentran en el territorio andaluz un medio de "legalizar", por decirlo así, su existencia, evitando la muerte o la expulsión reiterada. Unas bandas errantes, perseguidas con saña, pero sobre las cuales no pesa el anatema de la expulsión y de la muerte, vagan ahora de lugar en lugar y constituyen comunicades, dirigidas por jerarcas, y abiertas a todo desesperado peregrino lanzado de la sociedad por la desgracia y el crimen. Basta cumplir el rito de iniciación para ingresar en ellos. Son los gitanos. Los hospitalarios gitanos, errabundos, hermanos de todos los perseguidos. [...]

A bandas ingresaban aquellos andaluces (moriscos), los últimos descendientes de los hombres venidos de las culturas más bellas del mundo; ahora labradores huidos (en árabe, labrador huido o expulsado significa "felah-mengu"). ¿Comprendéis ahora por qué los gitanos de Andalucía constituyen, en decir de los escritores, el pueblo gitano más numeroso de la Tierra? ¿Comprendéis por qué el nombre 'flamenco' no se ha usado en la literatura española hasta el siglo XIX, y por qué, existiendo desde entonces, no trascendió al uso general? Un nominador arábigo tenía que ser perseguido al llegar a denunciar al grupo de hombres, heterodoxos a la ley del Estado, que con ese nombre se amparaba. Comienzan entonces la "elaboración de lo flamenco" por los andaluces desterrados o huidos en los montes de África y España. Esos hombres conservaban la música de su Patria y esa música sirvió para analizar su pena y para afirmar su espíritu. (Blas Infante, Sevilla 1931, cit. en o. cit. p. 45-46)

«El origen de la palabra "flamenco" sigue, a lo largo de los años, siendo un enigma. Pero creo que entre tantas filiaciones existentes, muchas de ellas folklóricas, sólo tres poseen la suficiente credibilidad.

Ante todo, flamenco es uno de los nombres que se dieron a los gitanos en Andalucía, aplicándose sólo después al cante porque éste, en boca y por boca del gitano, es como se revela y comienza a difundirse.

J. M. Caballero Bonald apoya esta tesis, precisando que la vaga designación de "flamenco" se usó siempre en relación con algún pueblo perseguido y errabundo, especialmente con gitanos y moriscos. Nunca fue empleada, a no ser impropiamente, para referirse a ninguna parcela musical concreta de la tradición autóctona andaluza.

En efecto, "flamenco" procede del argot del siglo XVIII, y se empezó a aplicar, en Sevilla y Cádiz, a los gitanos a principios del siglo XIX. Luego, a final de dicha centuria, se precisó más su sentido. Flamenco designa lo "gitano-andaluzado". Cante flamenco equivale, por tanto, a cante gitano-andaluz. No todos los cantes abarcados por la denominación son, sin embargo, gitano-andaluces. Muchos son solamente estratos musicales cultos, del fandango primitivo, de la jota, del folklore andaluz, gellego, asturiano e hispanoamericano.

Para muchos aficionados, como el profesor García Matos, la palabra flamenco surge de "flameante", por lo encendido o fogoso que se muestra el cante en su expresión. Siendo "llama" el tronco común de "flamancia" y "flaman" la aplicación jergal de esta palabra.

También se puede buscar la etimología árabe. Para P. Barrusio, flemenco derivaría de la contracción de Fela Mengu, literalmente: hombre errante.» [Herrero, Germán: De Jerez a Nueva Orleans. Análisis comparativo del flamenco y del jazz. Granada: Editorial Don Quijote, 1991, p. 25-26]

"Flamenco" significa en el habla coloquial: 'chulo, insolente, fanfarrón' y 'echao p'lante'. Referido a una mujer: 'un mujer bien puesta / una mujer bandera'. La siguiente cita describe el carácter de ciertos grupos sociales o etnias que merecen por ello el apelativo de "flamencos":

Todos aquellos tránsfugas muestran ínfulas orgullosas. Los moriscos, a causa de su ilustre poderío perdido. Los judíos, porque se creen el pueblo elegido por Dios; los bandidos y mendigos castellanos, porque su raza se enseñorea del mundo. Y los gitanos, por su petulancia de pertenecer a una casta de sangre real cuya milenaria estirpe se remonta a los tiempos anteriores a Jesucristo.

Y desde este conjunto de locos orgullosos, surge, allá en las guaridas serranas, la aleación sigulra del estilo "flamenco". (Rafael Lafuente: Los gitanos, el flamenco y los flamencos. Barcelona, 1955, p. 172) [citado por Barrios, Manuel: Gitanos, moriscos y cante flamenco. Sevilla, 1989, p. 115]

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