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Cronistas de Indias

(comp.) Justo Fernández López

Historia de la literatura hispanoamericana

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CRONISTAS DE INDIAS

A lo largo del siglo XVI se desarrolló un nuevo género literario, las crónicas de Indias, sobre los temas, los hombres y las cosas que constituían “la maravilla de América” o “la novedad indiana”.

«La Crónica y la Historia.

En algunos de estos libros encontramos como sinónimo de historia, el vocablo “crónica”. De modo que recordar la trayectoria y el sentido que tienen ambos vocablos en el siglo XVI, no es mera curiosidad etimológica. En primer lugar, historia (que proviene del griego στορα) se emplea, en la antigua Grecia (y es así como al parecer lo emplea Heródoto) en el sentido de ver o formular preguntas apremiantes a testigos oculares; y significa también el informe de lo visto o lo aprendido por medio de las preguntas. El sentido de este vocablo no contiene, de ninguna manera, el componente temporal de su definición. Es quizás por esta razón por lo que Tácito denomina anales al informe de lo pasado; en tanto que llama historia al informe de los tiempos de los cuales, por su trayectoria vital, es contemporáneo. Tal definición la recoge San Isidoro en sus Etimologías y se repite, todavía, en los tratadistas de la historiografía en los siglos XVI y XVII. La ausencia del componente temporal explica el nombre y el concepto de “historia natural”; y es así como lo encontramos, en los siglos XVI y XVII hispánicos. Crónica, por el contrario, es el vocablo para denominar el informe del pasado o la anotación de los acontecimientos del presente, fuertemente estructurados por la secuencia temporal. Más que relato o descripción la crónica, en su sentido medieval, es una “lista” organizada sobre las fechas de los acontecimientos que se desean conservar en la memoria. En el momento en que ambas actividades y ambos vocablos coexisten, es posible encontrar, al parecer, crónicas que se asemejan a las historias; y el asemejarse a la historia, según los letrados de la época, proviene del hecho de escribir crónicas no sujetándose al seco informe temporal sino hacerlos mostrando más apego a un discurso bien escrito en el cual las exigencias de la retórica interfieren con el asiento temporal de los acontecimientos. Los vocablos de anales y crónicas, acuñados en la Antigüedad, son los vocablos principales que se conservan en la Edad Media para asentar acontecimientos notables. Anales y crónicas estaban ligados a las prácticas de la Iglesia y a la confección de calendarios y de ciclos pascales.

Las dos actividades que designan ambos vocablos [crónica e historia] tienden, con el tiempo, a resumirse en la historia la cual, por un lado, incorpora el elemento temporal y, por el otro, desplaza a la crónica como actividad verbal. Los anales y las crónicas tienden a desaparecer hacia el siglo XVI y se reemplazan por las narraciones históricas del tipo gesta o vitae. Ya hacia el siglo XVI los antiguos anales y crónicas habían ido desapareciendo gradualmente y fueron reemplazados por la historiae (narración del tipo gesta o del tipo vitae, éste último, que irá conformando la biografía). Es este, al parecer, el sentido en el que se emplea el vocablo “crónica” en los escritos sobre el descubrimiento y la conquista.» [Walter Mignolo: “Cartas, crónicas y relaciones”. En: Luis Iñigo Madrigal (Coordinador): Historia de la literatura hispanoamericana. Madrid: Cátedra, 1998, vol. 1, p.75-76]

El término cronista comenzó a utilizase más tarde para designar al autor de relatos contemporáneos. La historia se fue convirtiendo en disciplina, cuyo objetivo es narrar y explicar el pasado. El cronista se convirtió en el simple relator de hechos desnudos, recopilador de fuentes o escritor costumbrista. Con el desarrollo del periodismo, el de cronista se convirtió en un oficio con pautas cada vez más claras y específicas.

Las crónicas de Indias son una fuente para conocer no sólo la historia del descubrimiento y conquista de América, así como del desarrollo histórico de los virreinatos de ultramar, sino también del mundo prehispánico.

Estas crónicas se inician con el famoso Diario de a bordo de Cristóbal Colón, en el que describe de manera pormenorizada sus primeras impresiones de las Antillas. Estas descripciones inician una larga serie de crónicas dedicadas a la descripción de múltiples aspectos de la naturaleza y de las culturas americanas, entrelazados con los propios hechos de los españoles en el largo proceso de colonización de los reinos de Indias.

Hay dos grupos de cronistas: los que habían estado en América o habían sido protagonistas de alguna de las hazañas de la conquista, y transmitían vivencias personales o noticias adquiridas en el entorno americano, y los que elaboraron sus propias obras reuniendo la información a través de las noticias de otros o lecturas de escritos oficiales o privados, sin haber estado nunca en el Nuevo Mundo.

Al primer grupo pertenecen descubridores, soldados, religiosos y funcionarios que desempeñaron algún papel en este proceso, junto con los indígenas y mestizos que se incorporaron a él. El segundo está formado por la mayoría de los representantes de la historia oficial, que escribieron desde sus despachos, aunque manejaran un caudal inmenso de información de segunda mano, acumulado por los centros de la administración, como el Consejo de Indias, creado en 1524 para atender los temas relacionados con el gobierno de los territorios españoles en América. Fue este Consejo el que creó la figura del cronista mayor de Indias. En 1744, Felipe V decidió que el cargo de cronista mayor debía pasar a la Real Academia de la Historia, sin embargo, se sucedieron algunos nombramientos más al margen de esta institución.

La publicación de las crónicas fue, en muchos casos, tardía. Muchos autores no alcanzaron a ver sus obras impresas. Aún hoy se siguen publicando obras inéditas, que en su tiempo circulaban en círculos muy reducidos o fueron usadas como fuente por cronistas posteriores.

Cronistas oficiales de Indias: El cargo de cronista de Indias se inicia con la documentación reunida por Pedro Mártir de Anglería, que pasa en 1526 a Fray Antonio de Guevara. Juan López de Velasco sigue los papeles del cosmógrafo mayor Alonso de Santa Cruz. Antonio de Herrera es nombrado cronista mayor de Indias en 1596, y publica entre 1601 y 1615 la Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y Tierra Firme del mar Océano, conocida como Décadas. Antonio de León Pinelo (recopilador de las leyes de Indias), Antonio de Solís y Pedro Fernández del Pulgar cubrieron el cargo durante el siglo XVII. En el siglo XVIII, se crea la Real Academia de la Historia, que trabaja paralela al Archivo General de Indias. Destaca en esta etapa Juan Bautista Muñoz con su Historia del Nuevo Mundo, que quedó incompleta.

Cronistas destacados: Bernal Díaz del Castillo, Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, Inca Garcilaso de la Vega, Pedro Cieza de León, Hernán Cortés, López de Gómara, Diego Durán, Francisco Ximénez, Fray Toribio de Benavente, Fray Bernardino de Sahagún, Fray Francisco Vásquez.

Crónicas de la primera época – La Conquista (1492-1556)

 1492

Cristóbal Colón: Diario de a bordo. Fue el primer cronista que escribió con una prosa aprendida en Portugal. Apenas vio América, creía estar navegando frente a Asia. Su diario refleja lo vivido por el almirante durante la travesía y contiene una información que no se pensaba hacer pública, ya que iba destinada a su uso privado y también al de los Reyes Católicos. El texto original del Diario de a bordo escrito por Colón se ha perdido.

Colón era un navegante más interesado en la cartografía que en los pueblos nuevos. Al leer los relatos de Colón, los europeos confirmaron viejos sueños utópicos: los grandes sueños renacentistas: el hombre natural, feliz y virtuoso y la Naturaleza pródiga como un paraíso. Colón no dio una visión directa de América. La constante comparación con la Europa renacentista nubló en él la visión para lo nuevo del Nuevo Mundo. Clasificó los objetos americanos con categorías europeas. Escribió para satisfacer la curiosidad del lector europeo, ansioso de aventuras exóticas.

En el tercer viaje anotó la posición de las estrellas: “la diferencia de medidas en el cielo recién descubierto me convence que la tierra no es esférica, sino en forma de teta de mujer, con pezón en alto, cerca del cielo, y por eso los navíos van alzándose en el cielo suavemente, y entonces se goza de más suave temperancia”.

1494

Pedro Mártir de AngleríaDécadas de Orbe Novo La obra, escrita en latín, de este humanista italiano no es muy extensa, pero tanto la Legatio Babylonica como el Opus epistolarum o las Décadas de Orbe Novo constituyen una fuente de primer orden y de primera mano, al ser contemporáneo de los hechos que relata en la historiografía española.

1504

Américo Vespucio o Amerigo Vespucci: Mundus Novus. Vespucio era un navegante y descubridor italiano al servicio de España. Entre 1499 y 1502 realizó varios viajes a América que relató en cinco cartas dirigidas a distintos destinatarios. En 1501, llegó a Brasil y, bordeando la costa en dirección sur, arribó a la Patagonia. Comprobó así que las tierras descubiertas no eran una prolongación de la península asiática, sino un nuevo continente. Este viaje lo narró en una carta que dirigió a Lorenzo di Pier Francesco de Medici, editada en París en 1502 con el título de Mundus Novus. A él se refirió también en la carta que dirigió en 1504 a Piero Soderini, impresa con el título de Lettera di Amerigo Vespucci delle isole nuovamente ritrovate in quatro suoi viaggi. El cosmógrafo Martin Waldseemüller se refirió en su Cosmographiae introductio a las noticias de Vespucio. Y decidió dar al nuevo continente el nombre de América en su honor.

1519

a

1526

Hernán Cortés: Cartas de Relación al emperador Carlos V. En estas cartas, Cortés describe su viaje a México, su llegada a Tenochtitlán, capital del imperio azteca, y algunos de los eventos que resultarían en la conquista de México.

Relata con frialdad y sin empatía frente a lo nuevo. Se le nota cierta animación en su rostro cuando relata no sus hazañas sino lo que va viendo en sus paseos por la ciudad. Fue el primer soldado que se admiró ante la grandeza de la civilización azteca. Pero su fin era la conquista mediante la habilidad política, la fuerza y la intriga; valoró, sin embargo, el valor de la organización social azteca.

Se confiesa incapaz de describir la realidad maravillosa que ve, y no por falta de habilidad literaria para ello, sino porque los cuadros mentales que trae de Europa le impiden comprender lo que ve: “Por no saber poner los nombres, no las expreso”.

Al descubrir un templo azteca dice: “No hay lengua humana que sepa explicar la grandeza y particularidades de...” Vio la grandeza de la cultura indígena, pero esto no le impidió conseguir su fin: la destrucción y conquista. Su alma estaba estructurada por la Iglesia y el ideal del Imperio, soñado durante tantos siglos de Reconquista contra los árabes (711-1492).

Cortés es muy amable con quien se le somete, pero tremendamente violento y terrible con el rebelde que le impide consumar su empresa. Describe a los indios, pero nos da la sensación de no saber el estado psíquico en el que se encuentran; no podía imaginárselo. En su cuarta carta señalará los defectos de la colonización: el encomendero rapaz y el fraile indigno. La sobriedad de sus cartas al emperador no fue un rasgo de su temperamento, sino habilidad política. Fue un caudillo irascible al que se le hinchaban las venas de la sien cuando discutía; pero, como los caudillos, sabía muy bien dominar su ira y dominar con palabras frías. Fue un César a lo César Borgia. “Era algo poeta y platicaba con buena retórica”, dice Bernal Díaz del Castillo.

1526

a

1549

Gonzalo Fernández de Oviedo: Su obra, inicialmente titulada Sumario de la natural historia de las Indias (1526), fue más tarde ampliada bajo el nombre de Historia general y natural de las Indias, islas y Tierra Firme del mar Océano (1526-49). Escribe como testigo de vista. Frente a la historiografía humanista, prefiere la historiografía fundada en la observación directa. El Nuevo Mundo se le aparece como “una de las cosas más dignas de ser sabidas”. “No mire –dice a Carlos V– sino en la novedad de lo que quiero decir”. Esa “novedad” es el sentido filosófico que Fernández de Oviedo da por primera vez a la Conquista.

Sus conocimientos sobre el Nuevo Mundo son de primera mano en muchos casos, pues no en vano hasta allí viajó ya en 1514, con la expedición de Pedro Arias Dávila. La obra está agrupada en tres partes: descubrimiento y primera colonización americanos, la conquista de lo que sería el virreinato de Nueva España, y las conquistas españolas del resto del continente, especialmente la del Perú. Fernández de Oviedo describe lo “nuevo, lo peculiar y no-europeo de los secretos y cosas que la naturaleza produce” en las tierras recién exploradas.

Católico conservador de la tradición medieval, da una visión tranquila del orden universal: Dios, Naturaleza y Hombre, como partes de un sistema inteligible. Partiendo de la naturaleza americana, llega a la justificación de la política de Carlos V: Dios he elegido a los españoles para implantar una monarquía universal católica.

La rapacidad de los conquistadores es para él cosa accidental dentro del plan universal divino. Pero los defectos que ve en los indígenas le parecen esenciales. Los indios son tinieblas de Satanás que hay que exterminar. Son hombres, no bestias, pero tan viciosos y degenerados que hay que tratarlos como bestias. Ellos son culpables de su propia destrucción por no querer integrarse al Imperio salvador de Carlos V. Entonces era el indio una abstracción, no se le veía: era u el hombre bueno (el Buen Salvaje) o el malo (pertertido e ignorante). Para Fernández Oviedo era el indio el malo: Dios lo castigaba con el brazo del conquistador.

1527

y

1552

Fray Bartolomé de las Casas: Historia de las Indias (1527) y Brevísima relación de la destrucción de las Indias (1552). La obra de este dominico español fue   escrita en 1539, dada a conocer al emperador Carlos V en 1542 y publicada por vez primera en Sevilla diez años después. Las Casas la redactó con el objeto de defender su actuación entre los indígenas americanos frente a los ataques vertidos por el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, entre otros. Denuncia el uso hecho por los españoles de la encomienda, institución en la cual Las Casas no ve sino una auténtica esclavitud de la población sometida. Aportando en algunos casos datos poco creíbles, aunque incluidos como parte de una trama expositiva convincente, el fraile obtuvo en noviembre de 1542 la firma regia de las denominadas Leyes Nuevas, que trataron de reducir la explotación de los indígenas por los conquistadores y colonos. La Brevísima relación fue el trabajo más divulgado y controvertido de este dominico.  Debido a su traducción a casi todas las lenguas europeas, sirvió como base fundamental para el nacimiento de la Leyenda Negra contra la Monarquía hispánica, en especial en lo referido a su actuación en el continente americano. El libro de De las Casas redondeó la leyenda de la España retrógrada, intolerante, oscurantista e ignorante de la ciencia moderna. De las Casas defendía el principio de que solo los indígenas tenían derecho a sus tierras, de que se las debía devolver, pues si no, era robo, de que solo era legítimo evangelizar al indio pacíficamente. Sus escenas y retratos figuran entre los más curiosos de la época. Se nota el artod de la cólera cuando cuenta las iniquidades de los españoles frente a los indígenas; pero también la ironía cuando quita a la codicia su hipócrita máscara cristiana.

Era moralmente superior a sus compatriotas en América y de fran finura sicológica en sus retratos. Hay cierta malicia burlona en la forma en la que descubre la codicia y el egoísmo de los que se llaman cristianos. Al retratar suele reducir la estatura heroica: a Cortés lo muestra encogido, “bajo y humilde ante los criados de Velázquez y luego cínico al recordar sus tiempos de “gentil corsario”. Cuando pinta a un personaje heroico, destaca su ferocidad; como en el caso de Alonso de Hojeda. Gran retratista, anota la voz, la talla, la risa, la mirada, etc. Algunos episodios parecen novelas de aventuras en los que los españoles cumplen el papel de villanos y los indígenas el de “gentes de la Edad Dorada, que tanto por los poeta e historiadores fue alabada”. Los españoles aparecen como sanguinarios frente a los indios.

“Sus obras tienen más rigor histórico de lo que sus impugnadores han dicho” (A. Imbert). Muchos le achacaron haber recogido datos de segunda mano.

1534

Francisco López de Jerez: Verdadera relación de la conquista del Perú y provincia del Cuzco, llamada Nueva Castilla. Este cronista y conquistador era secretario de Francisco Pizarro y escribió esta obra por encargo de Pizarro. Marchó a América en 1514, formando parte de la expedición de Pedro Arias Dávila. Se instaló en Panamá y residió en la villa de Acla.

En 1524 acompañó a Francisco Pizarro en su segunda expedición hacia los territorios del sur. También participó en la tercera expedición y fue secretario y escribano de Pizarro, con el que colaboró en la conquista del Imperio inca, obteniendo su parte del tesoro de Atahualpa en 1533. Volvió a Sevilla en 1534 y escribió su obra, que obtuvo gran éxito y fue traducida al italiano y al alemán. 

1534

Alonso Enríquez de Guzmán: Libro de la vida y costumbres de don Alonso Enríquez de Guzmán. Cortesano, soldado y aventurero español, llegado a la corte de Carlos V en 1517, conoció el mundillo cortesano, con sus saraos, torneos y fiestas, pero también con sus continuas intrigas y envidias. Como soldado, sirvió en Italia, África, Flandes y Alemania. Pasó a América con Pizarro y se halló presente en su ejecución, hecho al que dedicó un Romance sobre la muerte de Almagro y la Nueva obra y breve en prosa y en metro sobre la muerte del ilustre señor el adelantado don Diego de Almagro. Relató su vida en el Libro de la vida y costumbres de don Alonso Enríquez de Guzmán, jugosa relación cuajada de materiales diversos que permaneció inédita hasta 1873. Fue autor, además, de numerosas epístolas.

Fue uno de los primeros cronistas del Perú. Versificaba y conocía la poesía y el teatro de su tiempo. Sus obras no son, sin embargo, literariamente interesantes, pero originales por reflejar las páginas de este “caballero desbaratado” lo que otros disimulaban: el empuje y afán de aventura del conquistador ein escrúpulos. Su obra tiene trazas picarescas y se le considera precursor de la Picaresca española.

1569

Fray Bernardino de Sahagún: Historia general de las cosas de la Nueva España. La obra de este religioso franciscano fue escrita en el virreinato de Nueva España en 1569 y revisada en 1585. Está escrita en castellano y en náhuatl, y es el resultado de una profunda investigación de la cultura indígena mexicana anterior a la llegada de los españoles. Se trata de un trabajo monumental, repleto de elementos pictográficos e indispensable para el conocimiento de la cultura que se desarrolló en el área de dominio azteca.

1541

Toribio de Paredes, o de Benavente (mejor conocido con el mote de Motolinía): Memoriales y la Historia de los indios de Nueva España. Cronista franciscano que adoptó el nombre náhuatl de Motolinía que significa 'pobrecito, desdichado', como actitud simbólica frente al indio: “Este es el vocablo primero que sé de esta lengua y, porque no se me olvide, este será de aquí en adelante mi nombre”.

A él se debe la más temprana de las crónicas franciscanas en la que describe no poco de la antigua cultura indígena y el proceso de la evangelización en la región central de México. Su trabajo ha sido publicado como dos obras distintas, los Memoriales y la Historia de los indios de Nueva España.

Se opuso en su crónica a los excesos de De las Casas: no disculpa a los conquistadores, pero relativiza su crueldad comparándola con la de los españoles en España.

1552

Francisco López de Gómara: Historia oficial de la conquista de México. El autor: un sacerdote e historiador español, que utiliza casi como fuente exclusiva las Cartas de relación del propio Cortés, al cual López de Gómara conocía personalmente desde 1541, y de quien fue su capellán. Su contenido acabó por decidir a Bernal Díaz del Castillo a acentuar la característica de empresa común que tuvo la conquista de México, desfigurada por el personalismo del estudio hecho por Gómara, escribiendo su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España. La altura literaria de la obra le ha valido ser considerada como una de las crónicas americanas más destacadas, si bien su tono evidentemente hagiográfico ha disminuido su valor historiográfico.

1553

Pedro Cieza de León: Primera parte de la crónica del Perú. Desde 1541, Cieza comenzó a recopilar información sobre los territorios sudamericanos que recorrió como miembro de distintas expediciones y campañas. Su proyecto era describir y narrar el acontecer histórico desde los tiempos anteriores al Imperio inca hasta los últimos hechos vividos en aquellas tierras por su autor (1550).

Contenido de la obra: descripción de la historia y de los pobladores desde el golfo caribeño de Urabá hasta Chile; historia anterior al dominio inca y, primordialmente, la del propio Imperio inca; periodo de descubrimiento y conquista del Perú hasta el inicio de las guerras civiles entre los propios españoles.

Describe las luchas intestinas entre españoles. En su Señorío de los Incas, relata la historia y costumbres incas, pero trata a los indígenas desde arriba: salvajes y “capaces del pecado nefando de la sodomía”.

1555

Agustín de Zárate: Historia del descubrimiento y conquista del Perú. Fue designado por la audiencia de Lima negociador en el conflicto mantenido por los encomenderos, encabezados por Gonzalo Pizarro, y el virrey. Escribió su Historia y descubrimiento del Perú a petición del entonces príncipe Felipe II, en la cual narró los acontecimientos ocurridos desde el inicio de la conquista española, e incluso antes, hasta la muerte de Gonzalo Pizarro. La gran calidad literaria de la obra oculta la escasa fiabilidad de la documentación utilizada por Zárate.

Condena a los soberanos del Cuzco. Su historia es valiosa por los comentarios.

1555

Álvar Núñez Cabeza de Vaca: Naufragios y comentarios. Relato del cautiverio entre los indios nómadas del norte de México durante varios años, viajando con ellos por las llanuras de México. Su relato de la expedición de Narváez, Relación (1542), y sus narraciones sobre la ciudad de Zuñi y sus pobladores, una de las legendarias Siete Ciudades de Cibola, sirvió de aliciente para otras expediciones al continente americano, en especial las de los exploradores Hernando de Soto y Francisco Vázquez de Coronado.

En Núñez vemos por primera vez al hombre de América y al hombre de Europa frente a frente. Cabeza de Vaca salió de España en el 1527 y naufragó varias veces. En tierra pasó penurias, luchas, hambre, etc. Cautivo de los indios, es maltratado por unos y por otros idolatrado. Recorrió a pie una enorme masa del continente, desde el Golfo de México al de California. Nueve años de cautiverio lo convirtieron en un indio más; andaba desnudo y comía como los indios. De ellos solo le diferenciaba su fe cristiana.

Como autor sabe contar. Es uno de los cronistas que escriben para el lector, cuanta su relato en primera persona (“yo”). Va evocando sus aventuras en estilo rápido, rico en detalles reveladores, emocionante y fluido. Es una de las crónicas que se releen con gusto. No hay página suya que sea opaca o aburrida.

1555

Pero Hernández: Comentarios de Cabeza de Vaca, primer libro español sobre la conquista rioplatense. Pero Hernández llega a Asunción del Paraguay en 1540 acompañando como secretario a Álvar Núñez Cabeza de Vaca. Hernández no crea emoción histórica: no es escritor, es escribano. Los Comentarios narran la lucha entre españoles en Asunción del siglo XVI. Son una defensa de Cabeza de Vaca y una impugnación a Irala. Mientras denuncia las violentas costumbres españolas, muestra al fondo, con cierta piedad, la indiada maltratada. Pero es una literatura hecha de ademanes (“él hizo aquello”, “yo hice esto”).

1559

Gaspar de Carvajal (1504-1584): Relación del nuevo descubrimiento del famoso río Grande de las Amazonas. Dominico español que formó parte de la tripulación de Francisco de Orellana cuando éste se lanzó a la conquista de nuevas tierras en nombre del rey de España. Su Relación constituye la crónica del viaje. La crónica permaneció inédita hasta 1851, aunque Gonzalo Fernández de Oviedo la había incluido en su Historia general y natural de las Indias, publicada entre 1535 y 1559.

La fiebre del oro era tal que al valle de Bogotá llegaron tres expediciones desde tres puntos distintos: Jiménez de Quesada, Belalcázar y Federmann en busca de El Dorado. La leyenda del País de la Canela atrajo a Francisco de Orellana que partió hacia el Amazonas. Desilusionado del País de la Canela, se ilusiona con la leyenda de las Amazonas, mujeres apartadas de los hombres.

El cronista del viaje de Orellana fue Carvajal. Cuanta su experiencia vivida y directa, es un observador realista. Pero el mito de las amazonas es tan obsesionante que Carbajal cree que las mujeres indias que pelean al lado de sus hombres son las mujeres del mito y las describe como “capitanes de la buena tierra y señorío de las Amazonas”. De ahí el nombre a la región amazónica. Dejó buenas pinceladas de los rasgos de los indios amazónicos en su viaje que termina con “la salida por la boca del dragón” al Atlántico.

1560

Fray Bernardino de Sahagún: Historia general de las cosas de la Nueva España. Obra del religioso franciscano e historiador español Bernardino de Sahagún, escrita en el virreinato de Nueva España a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI, que no fue publicada sino hasta 1829 y 1830 por el editor y escritor mexicano Carlos María Bustamante. Compuesta por doce libros y escrita en castellano y en náhuatl, es el resultado de una profunda investigación de la cultura indígena mexicana anterior a la llegada de los españoles, recogida con una metodología innovadora y un enfoque crítico de las diversas fuentes utilizadas, principalmente orales.

Los nueve primeros libros describen la religión y la sociedad indígena mexicana, así como la geografía y condiciones naturales del país, los dos siguientes son un diccionario y el último relata la conquista de los territorios novohispanos desde la perspectiva aborigen. Se trata de un trabajo monumental cuyas peculiares vicisitudes impidieron su difusión durante siglos, repleto de elementos pictográficos e indispensable para el conocimiento de la cultura que se desarrolló en el área de dominio azteca.

Bernardino de Sahagún, celoso de su fe, creía que en los cantos religiosos de los indígenas se escondía Satanás para mejor urdir sus maldades. Pero hizo el esfuerzo de reeducarse en náhuatl para mejor comprender al indio. Este misionero franciscano recogió noticias de etnografía y folclore con actitud objetiva, respetando los objetos estudiados.

1564

Francisco Cervantes de Salazar: Crónica de la Nueva España. Humanista y cortesano español, traductor y comentarista de Luis Vives, inquisidor, cronista de la ciudad de México. Publica el Túmulo Imperial (1560) con motivo de las honras fúnebres de Carlos V en México; escribe una incompleta Crónica de la Nueva España (1557-1564), publicada en 1914; su obra más conocida es México en 1554. Tres diálogos en latín, en los que los caballeros Zamora y Zuazo, y Alfaro, cabalgan por la ciudad de México y la describen con minuciosa admiración.

1566

Diego de Landa: Relación de las cosas de Yucatán. Obra del religioso franciscano y cronista español Diego de Landa, fuente indispensable para el conocimiento de la cultura y de la escritura maya, a cuyo desciframiento contribuyó de forma notable. La geografía, la historia, la fauna y la flora de Yucatán son los protagonistas de la obra, ocupando un lugar preponderante el estudio de las costumbres y los comportamientos religiosos de sus habitantes.

1567

Juan de Matiendo: Gobierno del Perú, 1567.

1569

Alonso de Ercilla: La Araucana. Esta obra es la epopeya más famosa del Renacimiento español y el primer poema épico americano, que exalta el valor y la grandeza de los araucanos en su lucha con los conquistadores españoles en Chile. Las páginas más emotivas y brillantes son las dedicadas a los araucanos y sus caudillos. El protagonista real es el pueblo araucano y sus caudillos, sobre todo Lautaro y Caupolicán. Por la exaltación que hace del valor y la grandeza de los araucos, podría incluso ser considerado un texto indigenista. También se puede considerar el poema como una glorificación de la gesta conquistadora española, tanto mayor cuanto más fuertes, aguerridos y valerosos eran sus enemigos.

1569

Fray Luis de Miranda de Villafaña: Romance elegíaco. Se embarcó junto con Pedro de Mendoza hacia Sudamérica y con posterioridad tomó parte en los asuntos políticos de lo que hoy conocemos como Paraguay, tomando partido por el bando de Álvar Núñez Cabeza de Vaca, en su gestión del territorio y los recursos. Como consecuencia del encarcelamiento de Cabeza de Vaca, Fray Luis conspiró para conseguir su liberación, pero fue sentenciado por ello y tuvo que cumplir una pena de ocho meses de prisión.

En cuanto a su obra, destaca el Romance Elegíaco, el cual trata de la conquista del Río de la Plata y que es uno de los primeros poemas en los que se habla del Paraguay. Acompañó a Pedro Mendoza en la fundación de Buenos Aires el 1536. Describe el asedio indígena, el hambre y la destrucción de la ciudad. Ante este cuadro de horror, Luis de miranda alegoriza la tierra argentina en una mujer traidora que mata, uno tras otro, a sus maridos españoles; sólo Dios –dice– podría darle a semejante viuda un buen marido, “sabio, fuerte y atrevido”. Este marido será, en 1580, Juan de Garay, que funda de nuevo Buenos Aires antes destruida por los indios.

Miranda también escribió teatro, como por ejemplo la Comedia pródiga la cual escribió en la ciudad de Asunción; se trata de un drama en siete actos y en el que se cambian elementos de otras obras españolas como La Celestina, con la parábola del hijo pródigo.

1571

Juan López de Velasco: Geografía y descripción Universal de las Indias. En 1572, fue nombrado cosmógrafo mayor del rey. Realizó una labor de síntesis que recogió en su Geografía y descripción universal de las Indias (que no se publicó hasta el siglo XIX). En esta obra trata, además, de hidrografía y técnicas de navegación.

1572

Pedro Sarmiento de Gamboa: Historia de los incas, crónica escrita hacia 1572 por el navegante e historiador español Pedro Sarmiento de Gamboa. Si bien su nombre original fue el de Historia Índica, también es conocida como Historia del reino de los incas, y no apareció impresa hasta 1906. Cubre el periodo anterior a la conquista desde la fundación del Imperio inca por Manco Cápac I hasta la llegada de los españoles en el siglo XVI.

Sarmiento recogió las tradiciones orales que los incas, que no conocían la escritura, atesoraban mediante una clase especial de funcionarios que memorizaban literalmente las gestas de los soberanos incas. El virrey Francisco de Toledo, auténtico organizador del Perú colonial, aprovechó la investigación de Sarmiento de Gamboa para adaptar el sistema de tributación español al que los indígenas ya conocían desde los tiempos incas, y adoptó también la institución de la mita (levas de trabajo temporal forzoso) para las minas argentíferas.

La Historia de los incas se inscribe dentro de la tradición historiográfica española que justifica la conquista como medio necesario para la evangelización del Perú. Pinta a los incas como tiranos usurpadores, era favorido del virrey Toledo, el extirpador del linaje inca. Pinta en grandes cuadros el terror e infamias indígenas.

1575

Bernal Díaz del Castillo: Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, publicada póstumamente en Madrid en 1632, pero que debió de ser escrita entre 1557 y 1575. Fue uno de los soldados de Hernán Cortés y escribió esta magna obra como réplica a la obra de Francos López de Gómara: Primera y segunda parte de la historia general de las Indias, con todo el descubrimiento y cosas notables que han acaecido desde que se ganaron hasta el año 1551: con la conquista de México y la Nueva-España (Zaragoza 1552).

López de Gómara era capellán de Hernán Cortés y describía la conquista española de México como una gesta personal en lugar de entenderla como una campaña en la que participaron numerosos hombres, en medio de una realidad indígena poco reflejada en la obra del sacerdote. Gómara ensalzaba demasiado a Cortés y dejaba en el olvido a sus compañeros. Díaz del Castillo quiso reivindicar la gloria de estos y la suya en un relato muy imparcial y sereno. No disminuye a Cortés, lo rodea de su gente, lo humaniza. Así surge la historia más colorida de la Conquista escrita en una prosa a un tiempo enérgica, espontánea y sencilla.

La obra de Díaz del Castillo es la crónica más apasionante y la más apasionadamente discutida. Se lee con sumo gusto. Díaz del Castillo fue un hombre que nunca se distinguió en nada; no siendo ni escritor ni héroe, logró una obra genial. Revive el pasado minuto a minuto, confundiendo lo esencial con lo accidental como en una conversación. Registra hasta loa finos fenómenos de la fonética americana. Cronista de muchedumbres, el “yo” se le hace “nosotros”. Le reprocharon que habla mucho de sí mismo, que emplea mucho el “yo, yo, yo”. A lo que Bernal contesta: “No es mucho que me alabe de ello, pues es la pura verdad; y estos no son cuentos viejos ni de muchos años pasados, de historias romanas ni ficciones de poetas”.

Pero en Bernal Díaz del Castillo no todo es codicia ni afán de gloria: había ideales, cristianismo, lealtad al rey y una teoría del Imperio... algo caballeresco, en fin. Es el único que se atreve a citar libros de caballerías, prohibidos entonces en América.

1576

Gonzalo Jiménez de Quesada: Memoria de los descubridores, que entraron conmigo a descubrir y conquistar este Nuevo Reino de Granada. Este abogado y literato fue un don Quijote conquistador, fundador de Santafé de Bogotá. Era un humanista bien versado en latín, pero se perdió casi todo lo que escribió. Sus contemporáneos se refieren a él y lo suelen citar. Su esfera de observación fue el “Nuevo Reino de Granada” (Colombia-Venezuela). Tenía gusto por la poesía y hasta la escribía. Vivió en América la polémica entre el verso castizo castellano y verso italianizante renacentistas. 

Tras obtener la licenciatura de Derecho en Salamanca, se alistó como justicia mayor en la expedición de Pedro Fernández de Lugo con destino a Santa Marta (en la actual Colombia), donde llegó en 1536. Casi de inmediato, el 5 de abril de ese año, Jiménez de Quesada partió de Santa Marta con 600 soldados y plenos poderes del gobernador para explorar el río Magdalena, en busca del rico Perú.

Tras incontables penalidades, mermadas sus filas por el hambre, el cansancio y los ataques de los indígenas, llegó Jiménez de Quesada a la planicie de Cundinamarca, que bautizó con el nombre de Nuevo Reino de Granada, y fundó el 6 de agosto de 1538 la ciudad de Santafé de Bogotá (establecida jurídicamente el 27 de abril de 1539), con lo que consolidó su poder frente al cacique local, el zipa (soberano) de Bogotá, Tisquesusa. Dejaba también al descubierto una de las civilizaciones más avanzadas de América, la de los chibchas.

1581

Fray Diego Durán: Historia de las Indias de Nueva España e islas de Tierra Firme. Este dominico español viajó en 1542, siendo todavía un niño, al virreinato de Nueva España. En 1560, comenzó su Historia, que finalizó en 1581. El original contiene numerosas láminas coloreadas que decoran la historia política de los pobladores precolombinos del territorio mexicano. Otros trabajos de Durán, así mismo apoyados en antiguos textos escritos en lengua náhuatl, fueron el Libro de los dioses y ritos, de 1570, y El calendario, de 1579.

1589

Juan de Castellanos: Elegías de varones ilustres de las Indias. Castellanos llegó muy joven a América y tras largos años de vida de aventura, fijó su residencia en Tunja en 1562. Allí se propuso escribir una obra de literatura histórica sobre el descubrimiento y la conquista de las Antillas y del Nuevo Reino de Granada. Su objetivo inicial era hacer una alabanza de los castellanos participantes en la conquista, pero la obra se convirtió en la historia de estos territorios. De la monumental Elegías de Varones ilustres de Indias, sólo la primera parte pudo ser publicada en vida del autor (1589), quien tenía programada una quinta que no alcanzó a escribir.

1590

José de Acosta: Historia natural y moral de las Indias, en que se trata las cosas notables del cielo, elementos, metales, plantas y animales dellas y los ritos y ceremonias, leyes, govierno y guerras de los indios. Este jesuita español dedica sus cuatro primeros tomos a la historia natural del Nuevo Mundo, en tanto que los restantes tratan de las religiones, costumbres, formas de gobierno e historia de los indios americanos, principalmente de los habitantes de los virreinatos de Nueva España y del Perú. Obra fundamental por su profundidad científica y por su análisis de las sociedades indígenas, influyó en naturalistas tan importantes como el alemán Alexander von Humboldt.

1598

Fernando Alvarado Tezozomoc (1525-1610): Crónica mexicana.  Cronista indígena mexicano, nieto de Moctezuma II. Fue intérprete de náhuatl en la Real Audiencia del Virreinato de la Nueva España. Su obra narra los acontecimientos desde la fundación de Tenochtitlan hasta la llegada de los conquistadores españoles. Algunos críticos han señalado la confusión que presenta el texto con respecto a la fecha de algunos acontecimientos, lo que tal vez deba explicarse porque el autor se rige por el calendario azteca en la presentación de los mismos.

1601

Antonio de Herrera: Historia general de los hechos de los castellanos en las islas y Tierra Firme del mar Océano. El cronista mayor de Indias por excelencia. Ya en 1601 comenzó a publicar la primera parte de la Historia general..., conocida como Décadas, y publicó la segunda en 1615. En esta obra quedan recogidos los acontecimientos protagonizados por los españoles entre 1492 y 1554. Sólo incluye breves descripciones sobre el mundo natural y las culturas indígenas tomadas de otros autores: fray Bartolomé de Las Casas, Juan López de Velasco, Gonzalo Fernández de Oviedo, Francisco López de Gómara, Francisco Cervantes de Salazar y Bernal Díaz del Castillo, así como los innumerables impresos y manuscritos a los que tuvo acceso por su condición de cronista oficial.

1605

Garcilaso de la Vega, el Inca: La Florida del Inca (1605). Epopeya en prosa, nada tiene que ver con el Perú sino con la conquista de la península de ese nombre (actualmente parte de Estados Unidos) por Hernando de Soto, pero da prueba de las altas virtudes del Inca como prosista y narrador.

1609

Garcilaso de la Vega, el Inca: Comentarios reales de los Incas. Narra el descubrimiento y conquista del Perú, así como las guerras civiles entre los propios españoles, y finaliza con la ejecución del último soberano inca, Túpac Amaru, en 1572. Compuesta gracias a sus propios recuerdos, su conocimiento de los hechos es plasmado con un notable estilo literario. Usó para su redacción las crónicas anteriores (Pedro Cieza de León, Agustín de Zárate o José de Acosta). Describe cómo las dos culturas a las que él pertenecía acaban por configurar las características de los habitantes de los territorios peruanos, y destaca el papel evangelizador español como síntesis definitiva entre las dos civilizaciones.

1609

Fernando Alvarado Tezozomoc (1525-1610): Crónica mexicayotl. Fue escrita en lengua náhuatl. Comprende una genealogía de la nobleza tenochca, testimonios de ancianos indígenas que permiten recoger una visión de la vida cotidiana en el México anterior a la conquista, y relatos relacionados con Tenochtitlán que pueden entenderse como mitos fundacionales.

1612

Ruy Díaz de Guzmán: Anales del descubrimiento, población y conquista de las provincias del Río de la Plata. Conquistador español, primer escritor nativo del Río de la Plata. Hijo de Alonso Riquelme de Guzmán (sobrino de Álvar Núñez Cabeza de Vaca) y de una mestiza llamada Úrsula (hija de Domingo Martínez de Irala). Los Anales son conocidos como la Argentina manuscrita, por haber sido difundidos a través de diversas y muy distintas copias del original perdido. Cuenta los hechos transcurridos desde el descubrimiento español del Río de la Plata (fechado erróneamente en 1512) hasta la fundación de Santa Fe (1573).

1615

Felipe Guamán Poma de Ayala, una de las transcripciones habituales del nombre del cronista e historiador peruano Felipe Huamán Poma de Ayala: Nueva crónica y buen gobierno. Obra compuesta en dos partes: Nueva crónica (1600) y Buen gobierno (1615); uno de los libros más originales de la historiografía mundial: visión indígena del mundo andino y permite reconstruir con todo detalle aspectos de la sociedad peruana después de la conquista, a la vez que ilustra sobre la historia y genealogía de los incas.

1617

Garcilaso de la Vega, el Inca: Historia general del Perú. Obra publicada póstumamente en 1617), se ocupa de la conquista de esas tierras y de las guerras civiles. La crónica ofrece una síntesis ejemplar de las dos principales culturas que configuran el Perú, integradas dentro de una concepción providencialista de los procesos históricos, que él presenta como una marcha desde los oscuros tiempos de barbarie al advenimiento de la gran cultura europea moderna. Se le considera y aprecia como excepcional y tardío representante de la prosa renacentista, caracterizada por la mesura y el equilibrio entre la expresión y los contenidos, así como por su sobria belleza formal.

1629

Antonio de León Pinelo: Epítome de la biblioteca occidental y oriental náutica y geográfica. De origen judeoconverso, Letrado del Consejo de Indias desde 1629, alcanzó el cargo de cronista mayor de Indias en 1658. Su obra jurídica más importante fue el encargo recibido de llevar a cabo la recopilación de las leyes de Indias, que acometió en solitario a partir de 1629, aunque no alcanzó a ver su publicación, ya que ello no ocurrió sino hasta 1680. Su Epítome es el primer repertorio bibliográfico sobre América.

1639

Pedro Sánchez de Aguilar (1555-1648): Informe contra los adoradores de ídolos del Obispado de Yucatán: año 1639.

1644

Alonso de Ovalle: Histórica relación del reino de Chile. Sacerdote jesuita, considerado el primer escritor de Chile, describe con estilo poético el paisaje de la cordillera de los Andes.

1648

Thomas Gage: Viaje por Nueva España. Este inglés visitó Nueva España y dejó constancia de su viaje en su relato A New Survey of the West-Indies (1648).

1650

Fernando Alva Ixtlilxóchitl: Horribles crueldades de los conquistadores de México y de los indios que los auxiliaron para subyugarlo a la Corona de Castilla. Fernando Alva (1578-1650) fue un historiador y traductor mexicano, descendiente directo del soberano Ixtlilxóchitl II de Texcoco. El virrey español de México le encargó escribir las historias de los pueblos indígenas de México. Algunos de sus manuscritos se guardan todavía inéditos. La obra fue publicada en 1829.

1680

Juan de Solórzano Pereira: Recopilación de leyes de los reinos de Indias. Leyes de Indias, conjunto legislativo promulgado por los reyes de España para ser aplicado en las Indias. Las polémicas Leyes Nuevas de 1542 habían sido publicadas en su momento con el título de Leyes y Ordenanzas nuevamente hechas por su Magestad para la gobernación de las Indias y buen tratamiento y conservación de los indios, pero al poco tiempo fueron derogadas parcialmente. El mayor esfuerzo de clarificación de toda la normativa fue el llevado a cabo por Antonio de León Pinelo y Juan de Solórzano Pereira, que culminó con la publicación en 1680 de la Recopilación de leyes de los reinos de Indias en la que se seleccionaron aquellas que continuaban en vigor.

El contenido de la Recopilación de leyes de los reinos de Indias abarcó todos los aspectos relacionados con la vida colonial, incluidos los religiosos.

1684

Antonio de Solís y Ribadeneyra: Historia de la Conquista de México. La obra abarca desde la salida de los conquistadores de España hasta la toma de Tenochtitlán por Hernán Cortés. Su Historia fue muy difundida y traducida a varios idiomas y, aunque se le considera ajeno a la literatura mexicana, puesto que no fue un cronista testimonial, se reconoce la valía de su estilo.

1688

Lucas Fernández de Piedrahita: Historia General de las Conquistas del Nuevo Reino de Granada. Escritor e historiador colombiano, biznieto de una princesa inca, nacido en Bogotá. Su Historia abarca desde la caracterización de la sociedad anterior a la llegada de Gonzalo Jiménez de Quesada, hasta el arribo del presidente Díaz Venero de Leya en 1563. En estilo ameno y gongorista, narra cronologías, ritos, costumbres y ceremonias de indios y españoles.

1723

José de Oviedo y Baños: Historia de la conquista y población de Venezuela. Aunque no es fácil definirlo como cronista o como historiador, cronistas e historiadores han utilizado los datos y noticias que él proporcionó con sinceridad y objetivamente. Su Historia es un valioso documento para el conocimiento de los primeros años de la vida venezolana. En ella se narra el periodo transcurrido desde el descubrimiento y la conquista hasta finales del siglo XVI. Escribió además la obra Tesoro de noticias de la ciudad, referida a Caracas.

1793

Juan Bautista Muñoz: Historia del Nuevo Mundo. En 1779 recibió el encargo de escribir una historia del Nuevo Mundo para dar la réplica española a la publicación de William Robertson, The History of America (1777). Examinó entre 1781 y 1784 los documentos sobre América que se guardaban en numerosos archivos oficiales y privados, reuniendo una extensa colección documental, y proponiendo la creación del Archivo General de Indias. Su Historia del Nuevo Mundo abarca desde 1492 hasta 1500, quedando inconclusa tras su fallecimiento.

Crónicas de la Segunda época – La colonia (1556-1598)

En la época anterior, España no apreció en todo su valor la conquista de América, los cronistas escribieron por cuenta propia alabando sus hazañas e intentando mostrar a los compatriotas españoles qué maravilloso mundo habían descubierto. Ahora el rey ve la grandeza y riqueza de estas nuevas tierras conquistadas y comienza a favorecer la historia de los asuntos americanos.

En el 1596, Felipe II nombra a Antonio de Herrera y Tordesillas como “cronista mayor de las Indias”, quien cumplió su deber publicando en el 1601 la primera part3e de las Décadas. Un nuevo grupo de conquistadores y misioneros produjo un nuevo grupo de crónicas. Algunas repiten cosas ya escritas, otras añaden descripciones de tierras recién conquistadas. Unas son pobres de estilo, otras de alto vuelo. En esta época hubo más conciencia artística, es decir, más literatura. Algunas crónicas son de la mejor literatura de la época, ya sea en prosa (el Inca Garcilaso), ya sea en verso (Alonso de Ercilla).

José Acosta (1539-1616)

 

Es un jesuita de la Contrarreforma que muestra gran curiosidad por las causas de la creación y una independencia de juicio frente a las autoridades. Se rio de Aristóteles y está dispuesto a discutir la autoridad de la Biblia para explicar los problemas de la naturaleza americana. Publica en 1590, al cumplirse un siglo del descubrimiento, su Historia natural y moral de las Indias.

No es lo histórico lo que allí vale más, sino su actitud antihistórica. A Acosta no le asombra la diversidad del hombre en América. Bajo la luz espiritual del hombre universal, ve al indio no distinto del europeo: “Es notorio que aun en España e Italia se hallan manadas de hombres, que, si no es el gesto y la figura, no tienen otra cosa de hombres”.

Juan de Cárdenas

 

Publica en el 1591 los Problemas y secretos maravillosos de las Indias, otra descripción de la naturaleza. Es interesante que Cárdenas, audaluz, vea ya diferencias entre el español nacido en América y el nacido en España, pareciéndole el primero más delicado, discreto y pulido.

Fray Diego Durán (1538-1588)

 

Escribió Historia de las Indias de la Nueva España (México), una crónica muy sabrosa.

Juan Suárez de Peralta (1537-1590)

 

Se advierte en él la molicie del señorito que disfruta de ventajas heredadas. Este criollo fue uno de los primeros en escribir en México. Su Tratado de caballería de la jineta y brida (1580) fue el primer libro publicado por un autor mexicano sobre tema profano.

En 1589 escribió el Tratado del descubrimiento de las Indias, que es uno de los mejores cuadros de la vida criolla en la Nueva España del siglo XVI. Su idea del pasado indígena, aunque copiada de Sahagún, Durán y Motolinía, es interesante por mostrarnos lo que los criollos creían que era su historia pasada.

Suárez evoca el regocijo de los años del virreinato novohispano: El hijo de Cortés, Martín Cortés, viene a la Nueva España; los caballeros despilfarran sus haciendas en fiestas, juegos, corridas, cacerías, banquetes, desfiles de máscaras, etc.

Felipe II decidió despojarlos de sus privilegios económicos (la encomienda) para poner fin a tales orgías. Suárez recuerda con nostalgia este tiempo.

En sus relatos se advierte cómo el espíritu del criollo es diferente al del español. Suárez está orgulloso de su tierra mexicana y la quisiera en permanente gala.

Fray Pedro de Aguado (+1589)

 

Fue el cronista de Colombia y Venezuela. Su Historia de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada cuenta las “cosas que he visto y tocado con las manos”. Está descolorida de literatura.

Diego Fernández, el Palentino

 

Fue un soldado rudo que llegó a Perú después de la Conquista. Escribió la Historia del Perú que cuenta bien los pormenores que observa, aunque copia mucho de los anteriores.

Pedro Gutiérrez de Santa Clara

 

Nació en México, escribió una Historia de las guerras civiles del Perú y de otros sucesos de las Indias.

Fray Reginaldo de Lizárraga (Perú, 1539-1609)

 

En su Descripción y población de las Indias cuenta lo que vio en sus viajes por Perú, Tucumán, Río de la Plata, Chile. Es una guía para viajeros, llena de consejos y detalles. Toma el punto de vista español: al hablar de los criollos, de los mestizos y de los indios va graduando su desprecio. Era hijo de conquistador y siente la diferencia entre los “conquistadores viejos”, que fundaron una nueva nobleza a fuerza de sacrigidios y méricos, y los “pobladores venidos después de llana la tierra”, que se benefician del esfuerzo de los anteriores. Se queja de que los nuevos desprecien a los hijos y descendientes de los antiguos conquistadores. Su libro presenta la sociedad inmediata a la conquista, con las heridas de la guerra civil aún no cicatrizadas.

Los cronistas indios y mestizos, por otra parte, nos dieron otra apreciación de las cosas.

Felipe Guamán Poma de Ayala (Perú, 1526-1613)

 

Relató en su El primer Nueva Crónica y Buen Consejo las grandezas del pasado incaico y los sufrimientos del indio durante la colonia.

Transcribió poemas que se cantaban en aquella época. Cumple así una función que ni el genial Inca Garcilaso de la Vega alcanzará.

El Inca Garcilaso de la Vega (Perú, 1539-1613)

 

Escribió Comentarios Reales (1609) y la Historia general del Perú (segunda parte del anterior). Es el más genial de los mestizos. Hijo de un capitán español, García Lasso de la Vega, y de la princesa inca Isabel Chimpu Ocllo, era biznieto del Inca Tupac Yupanqui. Sus relatos muestran la serenidad digna de un príncipe. Ensalza la raza de su madre incaica.

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