Dar la razón a los locos

© Justo Fernández López www.hispanoteca.eu

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¿Podría ayudarme a encontrar una traducción al alemán para

"darle a alguien la razón como a los locos"?

Aquí tiene algunos dichos sobre locos con su correspondiente traducción:

 

Al loco y al toro darle corro.

Wütende Menschen soll man sanft behandeln.

Dem Narren und dem Stier muss man immer Platz machen und nicht in die Enge treiben.

Al loco y al toro, dejarles el coso, o bien, dejarlos solos.

   Mit einem Narren oder mit einem Stier soll man sich nie anlegen.

Leg dich nie mit einem Narren oder einem Stier an.

Man soll den Kampf mit einem Narren oder einen Stier vermeiden.

Suche nie den Kampf mit einem Narren oder mit einem Stier.

Finger weg von Narren oder Stieren.

Bei dem Narren wie bei einem Stier soll man nichts riskieren.

A los locos y a los niños hay que darles la razón.

Narren und Kindern soll man nicht widersprechen.

Mit Narren und Kindern kann man nicht streiten.

Leg dich nie mit Narren und Kindern an.

Los niños y los locos dicen las verdades.

Kinder und Narren sagen die Wahrheit.

Kinder und Narren sprechen die Wahrheit.

Otros dichos alemanes sobre locos:

Gib dem Narren ein Brot in die Hand, er versteht nicht zu essen.

Gib dem Narren eine Pfeife oder dem Dummen ein Pferd.

Gib dem Narren eine Tracht Prügel, er lacht noch obendrein.

No sé la razón de la sinrazón que a mi razón aqueja.

Der Sinn des Unsinns, der mich zum Wahnsinn treibt, ist mir unergründlich.

Der Sinn des Unsinns, der mich der Sinne beraubt, ist mir unergründlich.

Der unergründliche Grund des Unvernünftigen macht meinem Vernunft zu schaffen.

«En un lugar de la mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, y algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos para los mesmo, y los días de entre semana se honraba con su vellorí de los más fino. Tenía en su casa un ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años: era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, aunque, por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba Quejana. Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.

Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso (que eran los más del año) se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda. Y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto, que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer, y así, llevó a su casa todos cuanto pudo haber dellos; nigunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas intrincadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos, donde en muchas partes hallaba escrito: La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura. Y también cuando leía: [...] los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican, y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza.

Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara para sólo ello.»

[Miguel de Cervantes: El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. Alcalá de Henares: Centro de Estudios Cervantinos, 1994, cap. I-I, p. 29-31]

«Es ist zu wissen, daß obgenannter Edler die Zeit, die ihm zur Muße blieb (und diese betrug den größten Teil des Jahres), dazu anwandte, Bücher von Rittersachen mit solcher Liebe und Hingebung zu lesen, daß er darüber sowohl die Ausübung der Jagd als auch die Verwaltung seines Vermögens vergaß; ja seine Begier und Vertiefung in dieselben ging so weit, daß er unterschiedliche von seinen Saatfeldern verkaufte, um Bücher von Rittertaten anzuschaffen, in denen er lesen möchte; auch brachte er so viele in sein Haus, als er deren habhaft werden konnte. Unter allen schienen ihm keine so trefflich als die Werke, die der berühmte Feliciano de Silva verfertigt hat, die Klarheit seiner Prosa und den Scharfsinn seiner Perioden hielt er für Perlen, fürnämlich wenn er auf Artigkeiten oder Ausforderungen stieß, als wenn an vielen Orten geschrieben steht: Das Tiefsinnige des Unsinnlichen, das meinen Sinnen sich darbeut, erschüttert also meinen Sinn, daß ich über Eure Schönheit eine vielsinnige Klage führe. Oder wann er las: Die hohen Himmel, die Eure Göttlichkeit göttlich mit den Gestirnen bewehrt, haben Euch die Verehrung der Ehre erregt, womit Eure Hoheit geehrt ist.

Sein Lesen also verwickelte ihn so, daß er die Nächte damit zubrachte, weiter und weiter, und die Tage sich tiefer und tiefer hineinzulesen; und so kam es vom wenigen Schlafen und vielem Lesen dahin, dass sein Gehirn ausgetrocknet wurde, wodurch er den Verstand verlor.»